Hugo Villa fue
médico en La Oroya durante veintinueve años. Es co-autor de un estudio
realizado en el Hospital de EsSalud de La Oroya, que el 2005 demostró que los
bebés nacían con altos niveles de plomo en la sangre. Trabajó para el seguro
social desde antes que la estadounidense Doe Run Company comprara el Complejo
Metalúrgico, cuando éste era propiedad de la empresa estatal Centromín Perú
S.A. Villa, junto a otros médicos, ha sido testigo de los estragos que ha
dejado la contaminación con plomo y otros metales pesados en la salud de los
pobladores de La Oroya; y como muchos activistas, médicos y representantes de
la sociedad civil que se opusieron a que el Complejo siga funcionando sin las
medidas necesarias para proteger la salud de la población, fue amenazado y
perseguido por Doe Run Perú. Esta es su historia.
El doctor comenzó a
laborar en La Oroya desde la década del setenta. En ese entonces no se hablaba
de contaminación ambiental. La emanación de gases tóxicos las 24 horas al día
arrojados por la gran chimenea del Complejo Metalúrgico era una realidad que
los pobladores tenían que aceptar como normal. Villa comenzó sus
investigaciones sobre los peligros de la intoxicación con plomo haciendo un
muestreo entre los trabajadores mineros de Centromín Perú quienes estaban
expuestos directamente al contacto con los metales pesados. “Era necesario un
estudio porque se habían reportado casos de mineros que sufrían parálisis en
las manos, problemas respiratorios agudos, problemas de conducta. Con este
estudio se determinaron los daños que ocasionaría en el organismo la presencia
de altas dosis de plomo en la sangre”, dice el doctor y recuerda que durante
sus investigaciones con el Sindicato de Trabajadores de Centromín se encontró
con el caso de un trabajador minero al que diagnosticaron demencia luego de
haber estado expuesto al plomo por más de una década.
Así comienza una
oleada de estudios sobre intoxicación con plomo y otros metales pesados en la
población de La Oroya que pusieron en evidencia el terrible daño que podría
causar el plomo y otros metales pesados en el organismo de los pobladores. En
1999 se realizó un estudio a 346 niños entre 2 y 10 años de tres localidades: La
Oroya Antigua, La Oroya Nueva y Santa Rosa de Sacco, teniendo como resultado que
el 99.1% sobrepasaron el límite, considerado como riesgo, establecido por la
Organización Mundial de la Salud, con un promedio de 33,6µg/dl microgramos por
decilitro de plomo en sangre.
Movido por estos
antecedentes y junto a otros colegas pediatras, el año 2004, el doctor Villa
decide realizar de forma “clandestina” un estudio de plomo en la sangre a
recién nacidos. Se tomó como muestra a unos 93 niños que nacieron el Hospital
EsSalud de La Oroya. En este estudio se comprobó que el 75% de recién nacidos
tenía entre 6µg/dl y 10µg/dl. “Se trata de recién nacidos que son contaminados
mediante la placenta por madres también contaminadas”, dice el médico y añade
que estos niños nacen ya con grandes desventajas: “Debido a que su sistema
nervioso se ha formado expuesto a la contaminación con plomo, estos niños
podrían sufrir de problemas de conducta, hiperactividad, problemas de atención
y, está comprobado, que podrían ser adultos agresivos, dice el doctor Villa.
Además se comprometen el sistema digestivo y el respiratorio y puede provocar
problemas de anemia, trastornos del hígado y los riñones.
Sin embargo,
mediante pruebas de plomo en la sangre no se puede conocer la “carga total” de
plomo presente en el organismo de las personas. Se deberían complementar los
análisis con pruebas de espectroscopía de hueso, en función de que algo más del
95% del plomo que se absorbe en el organismo se deposita en los huesos y se
queda entre 25 a 30 años en promedio. “Lo que significa que por más que una
persona se retire de la fuente de contaminación o ésta fuente desaparece, o
como es el caso del Complejo Metalúrgico, que ha dejado de funcionar, el plomo
ya fue absorbido en su momento y va a tardar muchos años en desaparecer del
organismo y mientras tanto, puede provocar daños”, dice el médico.
Y no sólo el plomo
ha deteriorado el organismo de los pobladores. La exposición a gases tóxicos
como el dióxido de azufre sufre con frecuencia de problemas respiratorios,
rinitis, enfisemas en el pulmón que pueden devenir en cáncer.
¿Y qué ha hecho el
Estado? “Los niveles de plomo en la sangre de las personas persisten en La
Oroya debido a que los suelos están contaminados, producto de la sedimentación
producida después de las emanaciones tóxicas que en su momento arrojó el
Complejo Metalúrgico. El Ministerio de Salud poco o nada ha invertido en
programas de prevención o desintoxicación de la población contaminada. La
empresa sólo realizó jornadas simbólicas de desintoxicación, llevando a los
niños de La Oroya a zonas alejadas de la ciudad, alimentándolos adecuadamente
por un día y realizándoles exámenes de plomo en la tarde. Aparentemente estos
niños, al final de la jornada, presentaban una leve reducción del nivel de
plomo en la sangre, pero volvían a la ciudad contaminada y empezarán nuevamente
a intoxicarse”, dice Villa.
Señala además que
“desde siempre el Estado ha tirado hacia el lado de Doe Run, alegando que están
trabajando de codo a codo en “programas de prevención” pero lo cierto es que no
hay un interés real. Y los que hemos trabajado en investigaciones sobre el daño
que ocasiona el Complejo Metalúrgico hemos sufrido amenazas, hostigamientos de
parte de la empresa que siempre desdeñó los informes médicos que se publicaron
sobre la condición de la salud de los pobladores”.
“Los costos de la
intoxicación pueden ser mayores que los costos de control de la contaminación”,
finaliza el doctor Villa: “el desarrollo del sistema nervioso central se ve
seriamente comprometido. Tal lesión puede dar como resultado la pérdida
permanente de las capacidades de inteligencia y las capacidades motoras, puede
provocar trastornos psicológicos y
cambios del comportamiento. Estos
efectos originan la reducción de la productividad económica de la provincia y
sus repercusiones económicas son enormes”.
Villa enfatiza que
la única forma de reducir los daños de la contaminación por gases tóxicos y
metales pesados, es que la empresa Doe Run Perú modernice el Complejo
Metalúrgico y que cumpla con los compromisos de su Plan de Adecuación
Medioambiental (PAMA).